Dios es Padre misericordioso en grado infinito. Está dispuesto a perdonar siempre, por muy grandes que sean nuestras infidelidades. No tengamos, pues, nunca miedo de acudir a Él cuando precisemos de su perdón. Tengamos la humildad suficiente para acercarnos a suplicarle que, como hijos pródigos, nos acoja, aunque sea en el último rincón. Confiemos en su bondad, porque, aunque nosotros le fallemos, Él nunca nos dejará tirados.
Señor, aunque nos parezcan muchos y grandes los dolores internos y externos que tenemos que soportar a diario, sabemos que, si realmente te amamos como