Nos engañamos a nosotros mismos, y pretendemos engañar a Dios, cuando creemos que ciertas acciones las hacemos por caridad cuando la verdad es que actuamos por nuestros propios intereses: para que nos vean lo buenos que somos, para que nos sintamos contentos, para que nos alaben… El único interés que debe guiarnos es el servicio a los demás, sin esperar recompensa terrena. Ya recibiremos en su día la paga prometida.
No importa tener razón, sino ser bueno y caritativo. Si somos capaces de mostrarnos sencillos y humildes en todo momento, también en nuestras conversaciones con