Solamente caminaremos dentro de la luz si vivimos en amor con los demás, como Jesús nos ha encomendado que hagamos. Un amor que exige renuncia a nuestros egoísmos y autosufiencias para convertirnos en amigos de todos, incluso de nuestros enemigos y de los que no son de nuestro agrado. La luz, que se nutre de la fe recibida, nos llena de claridad en cada acto de amor a los hermanos.
La fuerza interior, si está dirigida desde el Señor, nos lleva a construir, paso a paso, pero sin desmayo. Lo importante es comenzar y perseverar.