Nuestras obligaciones no debemos trasladarlas a los demás, pues son únicamente de nuestra responsabilidad. Bueno es que aprendamos a dejar de estar pendientes de lo que hacen otros, evitando juicios que no nos corresponde hacer. Preocupémonos más de actuar como es nuestro deber de creyentes, complaciendo así a Dios. No pongamos nunca excusas sobre lo que son, hacen o dicen los demás para no asumir que los responsables de ser buenos o malos somos nosotros mismos.
¡Cuántas veces juzgamos a los otros sin compasión alguna! Más nos valdría estar abiertos al perdón hacia los que no piensan como nosotros, o a