Postrarnos junto al sagrario, donde está Jesús, para acompañarle, sentir su presencia, contarle nuestras penas, inquietudes y deseos. Hablar con Él, de amigo a amigo, para que, en su bondad, nos eche una mano en nuestras tribulaciones. Los cristianos tenemos la dicha de contar con el más fiel amigo, siempre cerca de nosotros. Si le visitáramos más, seguramente nos sentiríamos más felices, porque siempre salimos reconfortados tras pasar un rato con Él.
Sabemos que Ella, la Madre, está siempre a nuestro lado, echándonos una mano cuando lo necesitamos, manteniéndonos firmes en los momentos de flaqueza, orientándonos cuando