1. Dice Jesús: Recibid el Espíritu Santo
Con estas palabras, hermanos, termina el evangelio que acabamos de escuchar, Jesús Resucitado les muestra a los discípulos, enseñándoles el costado y las manos, que él es el mismo que habían crucificado, y los envía:
-Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo… Recibid el Espíritu Santo…
Celebramos hoy la gran fiesta de Pentecostés: los discípulos reciben el Espíritu Santo, comienza la iglesia, salen a las gentes y el mensaje de Jesús comienza a llegar a todos, entonces a los de Judea, Mesopotamia, Capadocia; luego, a Grecia, a Roma…; y después a todos los lugares del mundo.
Aquellos discípulos, de ser personas “sin espíritu”, acobardados y encerrados, pasan a ser hombres decididos, arriesgados y grandes apóstoles, pasan a ser hombres “con Espíritu”. Pentecostés les transformó por completo.
2. Necesitamos un nuevo Pentecostés
Sí, un nuevo Pentecostés en el que tengamos muy en cuenta:
– Qué nos muestra y cómo nos transforma la Palabra de Dios,
– El Congreso de Laicos, que nos decía: Hacía un renovado Pentecostés.
– Y la experiencia humana, social, que estamos viviendo con la pandemia.
A) La Palabra de Dios
Dice así el Evangelio recién proclamado (Jn 20,19): Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Puertas cerradas y miedo… ¡Vaya discípulos, vaya seguidores del Maestro! ¡Qué podría hacerse con hombres así!
Pero, oye, también nosotros somos en ocasiones discípulos así, mujeres y hombres así… Cuántas veces nos encerramos nosotros en nosotros mismos, en nuestros intereses personales, sólo valen mis criterios, mis puntos de vista, mi comunidad; cuántas veces vivo para mí, encerrado en mí, sin pensar en los demás, sin pensar en parroquia o en iglesia… Encerramientos por egoísmo, por agotamiento personal, por cansancio, por la edad, por miedos…
Pues bien, el día de Pentecostés, según nos dice la 1ª lectura (Hch 2,1-11), aquellos hombres (y mujeres, junto con María, que estaba con ellos, aquella comunidad primera: “todos los discípulos estaban juntos”) recibieron el Espíritu que les hizo vivir en la alegría, entender el plan de Dios, sentirse enviados igual que Cristo había sido enviado por el Padre, y con esa fuerza salieron a anunciar la persona de Jesucristo y su Buena Noticia, el Evangelio.
Mensaje que entendieron todos (había allí gentes de muy diversos lugares del mundo y de culturas distintas: judíos, medos, elamitas, griegos, de Asia, de Libia…), porque era el mensaje del amor, del servicio, de la entrega, el mensaje de vivir en Cristo, el mensaje de quienes viven con Espíritu, con el Esp. de Dios.
B) El Congreso de Laicos: “Pueblo de Dios en salida”
Del 14 al 16 de febrero pasado, más de dos mil personas, laicos conscientes de su vocación bautismal, representando a las parroquias e instituciones eclesiales de nuestro país, oraban y reflexionaban buscando luz y camino para transmitir a la sociedad nuestra de hoy el Evangelio de Jesús.
Soy bautizado, luego soy discípulo y apóstol: discípulo misionero, que en ello tanto insiste nuestro papa Francisco (EG, n. 120).
En el Congreso de Laicos se han abierto cuatro muy importantes itinerarios para que caminemos por ellos: primer anuncio, acompañamiento en el caminar, procesos formativos y presencia del cristiano en la vida pública. Por ahí se nos llama a ser discípulos y apóstoles, a servir, a anunciar el evangelio. ¡Seamos en nuestras parroquias esa iglesia en salida que se nos pide!
C) En la experiencia de crisis cotidiana y dura que vivimos hoy
Y este Pentecostés que celebramos hoy, lo vivimos en una situación de crisis fuerte y dura en la que todos estamos inmersos y en la que cada uno de nosotros, discípulo-misionero, hemos de implicarnos en todo lo que nos sea posible a cada cual.
Es la crisis que nos acarrea el coronavirus de enfermedad y muerte. Pero que, además, pone en evidencia otras crisis muy profundas:
- Crisis económica: estamos viendo ya colas buscando alimentos, mucha gente sin trabajo y cayendo en la pobreza. Ahí hemos de ayudar todos, con nuestros pocos bienes quizás, pero compartiendo siempre.
- Crisis política: nos da vergüenza, en bastantes ocasiones, ver a personas, que dicen ser nuestros representantes, pero que, por más que dicen lo contario, han perdido la orientación hacia el bien común, y en quienes prevalecen el insulto, el mal hacer, la mentira y hasta las malas formas. Ahí tenemos mucha tarea todos; al menos, educación y búsqueda de caminos en la verdad que necesitamos; y viviendo y promoviendo los dones y los frutos del Espíritu (Is 11,1ss y Gál 5,22ss).
Indudablemente, hemos de pedir con fuerza que nos invada el Espíritu de Dios, necesitamos un nuevo Pentecostés. Dejémonos llenar por el Espíritu Santo y él nos abrirá puertas y ventanas para la sana y buena relación entre todos.
3. Y esto, con María: -la mejor discípula, la madre, que estaba con ellos
-y que está con nosotros. (Cfr. Hch 1,14).
Antonio Aguilera