Hoy es Jueves Santo, un día entrañable, una fiesta de las pocas que relucen más que el sol (“Tres días hay que relucen más que el sol: jueves santo…”).
Hoy recordamos agradecidos y asombrados la muestra del inmenso amor de Dios. Día inolvidable, por tanto, para todos nosotros.
Y espontáneamente nos brota:
- Gracias, Señor, por tu actuación en la historia.
- Gracias, Señor, por la Eucaristía.
- Gracias, Señor, por los pies de mis hermanos.
- Gracias, Señor, por todos los que sirven.
- Gracias, Señor, por el regalo del sacerdocio.
- Y… tenemos miedo, Señor, por la situación actual.
Una tradición milenaria
Sí, día inolvidable para nosotros, como lo era la Pascua para los judíos. Ellos habían vivido la experiencia impresionante de que Dios estaba a su lado, de que Dios no los quería esclavos, sino mujeres y hombres libres.
Lo viven, lo experimentan, y lo cuentan a las siguientes generaciones, desta-cando, en la primera lectura, tres puntos:
- La descripción detallada de cómo celebrar la cena pascual.
- La acción de Dios a favor de su pueblo y de la justicia.
- El compromiso de fraternidad del pueblo de Dios: solidarios y comprar-tiendo la fiesta entre todos.
Un gesto entrañable
Pablo en 1 Cor 11,23-26 nos ha narrado la institución de la Eucaristía. El relato nos lo transmitirán también los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas.
El evangelista Juan completa muy bien la visión del relato de la última cena, la noche antes de padecer Jesús: recoge la entrañable ocasión del Lavatorio de los pies al final de la cena.
La actitud de Jesús, de rodillas y a los pies de los discípulos, contrasta con el gesto de sorpresa y negativa de Pedro… de los discípulos… de tanta gente…
¿Y de nosotros? ¿Qué pensamos de un Dios a los pies de la criatura, de un Dios que va a dar la vida por sus criaturas? Los judíos lo tomarán por un escándalo; los sabios por una estupidez… Y nosotros, ¿lo entendemos?
Él mismo, tras convencer a Pedro quiere convencernos a nosotros: ¿Com-prendéis lo que he hecho? Me llamáis El Maestro y El Señor… y decís bien… Haced vosotros lo mismo.
Porque se trata de que entendamos el alcance de un gesto tan sencillo –lavar los pies- que implica su decisión de dar la vida por todos.
Y de que tú y yo, cada uno de nosotros, la demos junto con Él.
Un compromiso ineludible
Pues si lo hemos comprendido, ya sabemos: ¡Vamos a hacerlo vida en nuestra vida! Es muy fácil lo que hemos de hacer, junto con el Señor:
- Lavarnos los pies los unos a los otros. Ésa es la señal de gastar nuestra vida por el hermano, por cada hermano…
Y en especial y siempre por el más débil, por el que está roto, por el que ni sabe ni puede y, a veces, ni siquiera le dejamos hablar…
Tú sabes por quién has de hacerlo, ponle nombre y rostro…
Y en esta situación de enfermedad especial que vivimos, de soledad y dolor de muchas personas y familias… más necesario aún es…
- Dios quiere que nos amemos, que nos ayudemos, que compartamos lo que tenemos… la fraternidad…
Día del Amor Fraterno: ¿Qué comparto yo? ¿Con quién lo comparto?
Este año con una intensidad especial: la crisis nos afecta, y nos afectará aún muchos más, a todos, pero a los hermanos más pobres, más…
La parroquia nos pide un esfuerzo extra, una colecta más fuerte para compartirla: A más necesidad… más fraternidad, así de necesario es.
Puedo concretarlo: ¿Un tanto por ciento de mis ingresos de este mes…?
- Un compromiso que brota de la fuente, de una vivencia gozosa y fundante: Vivir la Eucaristía.
Jesucristo está presente, real, vivo entre nosotros en el sacramento de la Eucaristía.
Es el que nos espera, el que nos escucha, el que entiende nuestras rebeldías, el que consuela, el que nos alimenta, el que hace camino con nosotros.
¡Es grande adorarlo!
Y, finalmente, una oración “interesada”
- Para hacer esto en memoria suya… Él llamó a unos pobres hombres, débiles y limitados, y, tras ser discípulos, los instituyó apóstoles.
- Oremos para que tengamos siempre sacerdotes quienes, lavando los pies de todos, nos sirvan la Eucaristía…
- Y que sean buenos servidores del pan del altar, del perdón que necesitamos, de la fraternidad que queremos vivir.
Antonio Aguilera